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Una vez ojeado el recetario, la curiosidad por conocer delicias gastronómicas me condujo a la Biblioteca de la abadía, a pesar que hubiera estado toda la noche en la cocina contemplando cómo se consumía la leña y saciando mi apetito, aunque lo que verdaderamente era insaciable era mi afán por descubrir qué secretos escondían los pergaminos entre aquellos armarios además de misales, breviarios y cantorales iluminados.
Y cuál fue mi sorpresa al encontrar un manuscrito en el que se describía cómo elaborar pócimas, venenos mortales y conjuros, con hierbas que no había visto en mi corta vida.
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